Atlantic International University
ENSAYO DEL LIBRO:
“El gran escape. Salud, riqueza y los orígenes de la desigualdad”
ESTUDIANTE:
Brindicys Rosario de González
TUTORA:
Dra. Linda Collazo.
FECHA:
20 de Marzo del 2017
Santo Domingo, República Dominicana
El gran escape. Salud, riqueza y los orígenes de la desigualdad
Angus
Deaton
INTRODUCCIÓN
La nostalgia económica
puede ser muy atractiva, especialmente a raíz de más de cinco años de crisis
financiera y de sus consecuencias. En Estados Unidos, la gente habla con
añoranza de mediados del siglo XX, cuando la clase media crecía y la movilidad
ascendente era la norma. En Europa y en Japón muchos se remontan a la década de
1980, antes de que naciese el euro y estallase la burbuja japonesa. Incluso en
China e India, dos de las economías más dinámicas del mundo, hay quien disfruta
rindiendo homenaje a un tiempo en el que la vida no giraba en torno al
crecimiento vertiginoso.
El mayor logro de
El gran escape, de Angus Deaton (Edimburgo, 1945), es poner en perspectiva toda
esta melancolía. Deaton, respetado catedrático de Economía de la Universidad de
Princeton, no escatima cuando describe los problemas del mundo, ya sea la
desigualdad de ingresos en los países ricos, los problemas de salud en China y
Estados Unidos, o el sida en África. Extensos apartados del libro están
dedicados a estos problemas y a sus posibles soluciones. No obstante, el
mensaje central del autor es profundo, casi gloriosamente, positivo. Según las
variables más significativas -cuánto tiempo vivimos, en qué medida estamos
sanos y somos felices, qué sabemos- la vida nunca ha sido mejor. Y, lo que es igualmente
importante, siguen mejorando.
Sin duda, Deaton
es consciente de que muchos lectores contemplarán sus afirmaciones con
escepticismo, pero él responde a este escepticismo con amplias y pormenorizadas
descripciones de en qué sentido hemos mejorado. La esperanza de vida se ha
prolongado un 50% desde 1900 y sigue aumentando; a pesar de la consiguiente
explosión demográfica, la calidad media de vida se ha disparado; la proporción
de personas que viven con menos de un dólar al día (en términos ajustados a la
inflación) ha descendido al 14% desde el 42% de 1981. Incluso aunque la
desigualdad se haya desbocado en muchos países, a escala mundial muy
probablemente se ha reducido, gracias en gran medida, al ascenso de Asia.
LA REVOLUCIÓN DIGITAL
Ha permitido a la gente seguir en contacto con amigos y familiares de
los que, en otra época, se habría distanciado. La democratización del
transporte aéreo, por más vejaciones que conlleve, también ha contribuido. Los
mayores avances contra el cáncer y las enfermedades cardíacas se han producido
en los últimos 20 o 30 años. Y, aunque Deaton no haga referencia expresa a
ello, ha disminuido la frecuencia de casi todas las formas de discriminación.
Cuando la gente habla a la ligera de la vida en Estados Unidos después de la
guerra, presumiblemente no se refiere a las vidas de las mujeres, los
afroamericanos, los gays, las lesbianas, los católicos, los judíos, los
mormones, los latinos, los estadounidenses de origen asiático o los
discapacitados.
Muchos de nosotros
podemos encontrar versiones en miniatura de esta historia en nuestras familias.
El abuelo de Deaton volvió de la Primera Guerra Mundial a una mina escocesa y
ascendió hasta hacerse supervisor. Su padre, a pesar de no tener estudios
secundarios, llegó a ser ingeniero civil y vivió el doble que su progenitor. Mi
propio abuelo escapó de los nazis a Nueva York pero sucumbió al cáncer cuando
todavía era bastante joven, en 1952. Si la medicina moderna hubiese avanzado
tan solo unas décadas más deprisa, mi padre probablemente habría crecido con un
padre. Por expresarlo de la manera más cruda, hoy día, la mayoría de nosotros
tenemos al menos un familiar o un amigo que no estaría vivo de no ser por las
innovaciones de las últimas décadas.
Todavía más
impresionante -y, al mismo tiempo, preocupante- es que el progreso no es de
ningún modo inevitable. La humanidad ha pasado la mayor parte de su historia
sin hacer ningún avance, sin que la vida se prolongase ni los ingresos
aumentasen. "Durante miles de años", escribe Deaton, "los que
eran lo bastante afortunados como para escapar de la muerte en la infancia se
enfrentaban a años de agobiante pobreza".
El "gran
escape" del título se refiere al proceso que comenzó durante la
Ilustración y que hizo del progreso la norma. Científicos, médicos, hombres de
negocios y funcionarios gubernamentales empezaron a buscar la verdad más que a
aceptar obedientemente el dogma, y a experimentar. Así fue como Kant definió la
Ilustración: "¡Atrévete a saber! ¡Ten el valor de utilizar tu propio
entendimiento!". La teoría microbiana de la enfermedad, el saneamiento
público, la Revolución industrial y la democracia moderna no tardaron en
llegar.
El estilo de
Deaton es indefectiblemente accesible al lector profano. En ocasiones se repite
(decididamente, no es partidario de la ayuda exterior) o se adentra en asuntos
técnicos que no interesarán a todo el mundo, pero El gran escape se une a
Getting Better (Mejorando), de Charles Kenny, publicado en 2011, que se
centraba en los países pobres, como una de las guías más sucintas a las
condiciones del mundo actual. La gran pregunta sin responder es a qué velocidad
continuará el progreso. Deaton se declara prudentemente optimista, pero también
reconoce que están aumentado los riesgos, el más evidente de los cuales es el
calentamiento global.
Más allá del
cambio climático, el crecimiento económico ha disminuido y la desigualdad ha
aumentado en la mayoría de los países ricos, lo cual ha hecho que las mejoras
solo sean modestas para la clase media y los pobres. En Estados Unidos la
desviación es tan grave que, en las últimas décadas, a la gran mayoría de sus
ciudadanos -el 99% con ingresos más bajos- les ha ido peor que a la gran
mayoría de los franceses, a pesar de nuestra fama de dinamismo económico.
Mientras tanto, es posible que en China la desaceleración del crecimiento no
haya hecho más que empezar, lo cual podría tener como consecuencia la agitación
política, incluida la guerra.
Desde una
perspectiva histórica, seguramente el proceso más preocupante sea la tendencia
a no prestar oídos a la lección fundamental de la Ilustración, y por extensión,
del libro de Deaton: los hechos importan, sobre todo cuando chocan con el dogma
y con las ideas preconcebidas. Pretender lo contrario tiene consecuencias. El
conocimiento -o, lo que es lo mismo, la educación- es el motor de desarrollo
más importante de la humanidad. Basándose en los datos, Deaton concluye que la
mejora de la educcación es la causa más poderosa del actual auge de la
longevidad en la mayoría de los países pobres, incluso más que los ingresos
altos. Por ejemplo, un habitante corriente de India no es más rico de lo que
era un británico corriente de 1860, pero tiene una esperanza de vida más propia
de un europeo de mediados del siglo XX.
Por desgracia, es
frecuente que el conocimiento y los hechos estén hoy a la defensiva. Los
fundamentalismos de distinto signo impiden que muchos países lleven a cabo su
gran escape. En Occidente, la ciencia se sigue rindiendo a veces al dogma
cuando se trata del cambio climático, la evolución o la política económica. Las
élites, de derechas y de izquierdas, ponen en duda el valor de la educación
para las masas y se oponen a los intentos de mejorar las escuelas mientras
gastan un sinnúmero de horas y de dólares en conseguir la mejor educación
posible para sus propios hijos.
CONCLUSIÓN
Es verdad que
muchos de los grandes problemas de la actualidad, incluido el crecimiento
económico, la educación y el clima desafían toda solución sencilla. Pero lo
mismo se podía decir, y con más razón, de los siglos de escape de la pobreza y
la muerte prematura. Fueron duros y comportaron muchos fracasos. La historia
que cuenta Deaton -la más edificante de las historias humanas- debería darnos
motivo para el optimismo siempre que estemos dispuestos a escuchar su moraleja
beneficiosa.
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